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sábado, 27 de abril de 2013

¿QUIÉN ES JOHN GALT?

¿Y quién lo sabe? ¿Y quién puede saberlo? ¿Y quién soy yo, para preguntarlo?
En 1957 la escritora Ayn Rand publicó su novela “La Rebelión de Atlas” en la que describe la ficción de un mundo en crisis y en progresiva autodestrucción por la falta de valores, o más bien por la rendición a unos anti-valores destructores. Hoy, más de medio siglo después, es pavoroso reconocer en las líneas de esta novela las noticias y signos de la realidad que nos rodea. He recorrido las páginas de este fantástico libro diciéndome una y otra vez con cierto terror: -Esto está sucediendo ahora, esto es lo que se nos dice hoy en día.-
En la sociedad que describe el libro se ha perdido la medida del valor individual del hombre basada en el esfuerzo, en el mérito, el trabajo, y la mente; Y se ha substituido por la negación de este valor individual, en favor de la colectividad por medio del altruismo y la misericordia.
En  esta sociedad un gobierno burocratizado y populista se afana en repartir progresivamente las riquezas a espaldas de las mentes que las producen. Dicta regulaciones, impone restricciones, grava con impuestos e improvisa medidas para favorecer a los menos dotados y  más necesitados; Mientras tacha de egoístas a los industriales, a los pensadores, a los técnicos y a los creadores. Este gobierno obtiene el apoyo de la sociedad porque siempre es atractivo ir contra los más ricos y  repartir su riqueza inagotable.  ¿Acaso no es algo totalmente humanista el dar a cada uno según su necesidad?, ¿el actuar siempre en nombre de la solidaridad?.
Sin embargo avanzar por este camino supone atacar las propias fuentes de la producción, la riqueza y el progreso, desalentar el impulso de la creación y por tanto destruir las bases del bienestar humano. Cuando se sustituye la libertad y la independencia, por la intervención y la unidad; La justicia, por la misericordia; La razón, por la creencia; La lógica, por la subjetividad; La verdad, por el relativismo; El merito, por la necesidad; Y la auto-estima, por la auto-negación; Cuando no existen bases firmes para el crecimiento del hombre y la vida, lo que avanza es la pobreza y la destrucción.
Cuando el valor no está en el individuo sino en la masa; Se ahoga el impulso creador y el ego. Cuando se antepone la necesidad al mérito y se remunera según esta necesidad y no la productividad o la valía; Entonces no hay razón para el esfuerzo y se genera mediocridad. Cuando todo resulta relativo; El pensamiento pierde sentido y se condena. Cuando es necesario justificar una continua contradicción; Se acaba por renunciar a la verdad y a la lógica.
Llegados a esta situación, la economía se desintegra y se genera una sociedad decadente  formada por hombres temerosos, a merced de la solidaridad y la misericordia del Estado, mantenidos del Sistema, que renuncian a su esfuerzo, su mente y su independencia. El Gobierno de esta ficción enfrentado a ese deterioro escoge una huida hacia adelante, una cruzada contra la mente y la verdad, en beneficio de un “pueblo” y una “opinión pública” cada vez más uniforme, pero cada vez más pobre y menos informada, a los que se mantiene sólo a cambio de que no piensen por sí mismos, de que no se cuestionen nada.
Sólo se sostiene este sistema por el autosacrificio de los más válidos, por la culpabilidad de los industriales, pensadores, técnicos y creadores, que continúan su trabajo a pesar de todo, a pesar de las injusticias, las críticas y  las injurias. Convencidos también de que cuanto pueden hacer es aceptar unas reglas del juego injustas a su pesar, pero seguir con su labor. Incapaces de darse cuenta de la profunda maldad y la mentira de esos gobernantes que enarbolan la bandera del bien común para perpetuarse en el poder, mientras llenan sus alforjas y favorecen a sus amigos, de forma irracional e irresponsable, mientras que intentan engañarse a sí mismos de la bondad de sus actos.
Pero qué sucede si un día estos hombres justos, estos Atlas que sostienen el mundo, abandonan su puesto y se encogen de hombros. Si los industriales, empresarios, autónomos, inventores, científicos, técnicos y creadores entran en huelga. ¿Qué sucedería entonces? ¿Y quién es John Galt?
Es fácil ver similitudes entre esta sociedad ficticia y países reales en distintos momentos de su historia, ya sea en Cuba, Corea del Norte o  Venezuela, tristemente tiene lugar el mismo proceso destructor con idéntico y desastroso resultado. Incluso parece que en algunos casos la realidad supere a la ficción.
Sin embargo no es necesario irse tan lejos, ya que encontramos signos de este deterioro moral a nuestro alrededor, en nuestra sociedad. Por otro lado no es pertinente  ni siquiera justo el culpar de estos males a nuestros gobernantes, fiel reflejo de nosotros mismos. Sólo basta pensar y juzgar cada uno de nosotros: Si hemos renunciado a nuestro esfuerzo, para vivir de lo que otros generan. Si de verdad nuestros ingresos son justos y se corresponden a nuestros méritos. Si hacemos honor a nuestras capacidades y desarrollamos al máximo nuestros talentos. Si nuestro afán se dirige a crear y a coger lo que es nuestro por derecho; O a hacernos con lo que no hemos ganado, a defraudar y acumular con engaños. Si aceptamos la misericordia sin necesidad o sin buscar alternativa más digna. Si sacrificamos nuestros valores para subordinarnos al fácil sustento que se nos presta cambio de la docilidad y la transigencia. Si obedecemos a nuestra voluntad o a la voluntad de otros. Si obedecemos a nuestra voluntad racional o a nuestros caprichos. Si somos de los que más tienen pero no como justo fruto de nuestro esfuerzo sino porque nos hemos aprovechado de nuestra posición. O si a pesar de haber ganado nuestro bienestar con nuestro trabajo hemos permitido que otros vivan de nosotros, dañando y eliminando finalmente su integridad y sembrando la semilla de una sociedad injusta.
No digo que debamos abandonar cualquier solidaridad, desmantelar el estado del bienestar, abogar por un capitalismo liberal a ultranza o volcarnos en estudiar como única verdad las tesis de la filosofía objetivista de Ayn Rand. No habríamos entendido nada. Sólo pienso que debemos como mínimo ser honestos con nosotros mismos, pensar y juzgar por nosotros y sacar en estos tiempos difíciles lo mejor que hay en cada uno y ponerlo a funcionar. Con nuestro propio pensamiento, nuestro esfuerzo, y nuestro trabajo; Y con una sociedad basada en el Mérito, la Justicia y la Libertad, no hay duda de que saldremos adelante. Se lo debemos a todos los John Galt, Dagny Taggart, Hank Rearden, Francisco D’Anconia y Howard Roark del mundo. Y lo que es más importante, nos lo debemos a nosotros mismos, de forma pura, honesta y verdaderamente egoísta.