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miércoles, 12 de octubre de 2011

Después de meses de amaneceres unidos


Para Marta

















Después de meses de amaneceres unidos,
del retorno al cálido abrazo del cansancio compartido,
voy aprendiendo a apreciar
que la alegría, como todo lo valioso,
es pasajera.

Que somos inevitablemente humanos.
Que la paz no dura. Que la guerra
no se ensaya.
Que el amor escapa a los renglones
de un horario estructurado.

Tu voz me llega desde la infancia.
Flor de alas que crece
entre el lento movimiento
de las piedras.
Y es pura alegría. (Una dulce tarde de invierno que recibe al perdón)
Alegría pura y momentánea.
Está hecha de cambio, de carreras por el viento
atrapando sueños.
Y querer detenerte es como mirar las vidrieras
por el lado equivocado. Intentar escapar
de los agujeros negros de la memoria.
O contener el agua entre las manos.

Escucho tu declaración de ausencia.
Y adivino en tus labios el silencio futuro
cuando torpes nos busquemos
entre tiernas disculpas
tentando la piel sobre la que un día
escribimos nuestros nombres.

Las palabras se repiten.
Cada frase es un beso del tiempo.
Las rutinas cotidianas compartidas
establecen los límites.
Lo llenan todo hasta secar el espejo.

Después de los primeros y apasionados besos
tratando de coser la piel al movimiento,
tras horizontes de trazo tembloroso,
el discurso parece cobrar sentido.
Aunque pierda brillantez.
Viajamos juntos. Respiramos esta felicidad
que sustituye al aire.
Construyendo como muchos otros antes,
un futuro, un pasado. Un Presente.

Hoy, quisiera mandarte una postal
desde fuera.
Llamarte por teléfono a través del tiempo.
Besar tu recuerdo.

Y decirte que todo irá bien.

Porque así lo estamos queriendo.

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