domingo, 27 de noviembre de 2011
HOMBRE OFICINA
Tu, hombre, así ya solo
eres una oficina.
Eres un inmueble, un interés
a corto o largo plazo,
una inversión eres.
Siento como pesa en ti
una humanidad de días
y una historia de posesión de deudas,
que no los días de humanidad
y la posesión de las cotidianas historias
de ternura y dudas,
que echo en falta.
Tú, hombre, así ya solo
eres una oficina.
Eres una sombra que dobla el lomo
en cada escalón que busca
el entresuelo.
Y te sigue en el aire el rastro
de tu mal café con tu mala leche,
que cada mañana
te mantiene despierto.
Tú te subes cada mañana, peldaño a peldaño
al cuello de la camisa,
y vas arrastrando los pantalones
al desayuno, vas arrastrando
al metro los párpados.
Y cuando te desnudo ya a la noche,
veo los barrotes
de tu vertical vida necesaria
que me imploran a gritos desde abajo,
desde los salarios mínimos,
desde las conserjerías,
de los húmedos despachos
y los oscuros sótanos
en que se queda
tu humanidad.
Tu ser hombre y esclavo,
de los nuevos tiempos.
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