El ritmo parece repetirse, plegarse, fundirse sobre sí mismo como si la música fuera chocolate caliente. Mientras, mi cabeza descansa recostada sobre la madera.
Los hielos se funden lentamente. Los sonidos se solapan hasta atenuar la melodía. Tu reflejo resbala despacio por el vidrio mojado hasta sumergirse en el alcohol. Espero. Hace rato fuiste al baño. Laura, fue hace un año cuando reías. Decías que el arte eran unas vacaciones que algunos no pueden permitirse. Aún espero. Siempre bebo dos copas por cada media tuya. ¿Por qué tu imagen inunda mis sueños, Elena? Tu voz se retrasa en los recovecos del eco. Los vasos se agigantan. Mis párpados han borrado tu cara como un limpiaparabrisas. Un último pestañear de ojos, y ya no eres más tú. Sólo tú, Marta, mientras apuro tu sonrisa con el fondo de esta copa. Y la seguridad de que volveré a salir solo por esa puerta al final de la noche, tal y como entré por ella.
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